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miércoles, 7 de diciembre de 2016

María Ladenburger: El buenismo mata

La violación y el cruel asesinato –asfixiada bajo el agua- de María Ladenburger, de 19 años, estudiante de Medicina, es toda una parábola sobre los efectos demoledores del buenismo, esa excrecencia del relativismo moral, que partiendo de la degeneración de las mentes exhibe un halo de sentimentalismo que nubla la razón para percibir las perniciosas consecuencias.

El padre que defiende al inmigrante asesino

Ese buenismo está demoliendo Europa, está y va a provocar mucho sufrimiento y había sido promovido, entre otros, pero de manera destacada por el padre de la asesinada, Clemens Ladenburger, adjunto a la dirección general de la Comisión Europea, un burócrata de Bruselas de máximo nivel, que tuvo un destacado protagonismo en la elaboración de la nonnata constitución europea, en la que se tuvo buen cuidado de eliminar cualquier referencia a las raíces cristianas de Europa. Clemens Ladenburger aparece como un cómplice moral e intelectual de la violación y el asesinato de su hija. Él fue uno de los que propugnó las puertas abiertas por las que entró el asesino. María participaba del buenismo de su padre y era voluntaria en un albergue de refugiados. ¿La conoció allí el afgano asesino?

Fijémonos por un momento en lo poco que sabemos del criminal, del que se sospecha que puede haber matado a otra alemana, desaparecida tras salir a correr, porque en Alemania ser mujer se ha convertido en un deporte de alto riesgo, por los Clemens Ladenburger y las Ángela Merkel. Y no digamos ser transexual, que a dos las intentaron lapidar en Dortmund.
El asesino, que como es menor de edad, hay que taparle los ojos.

Tiene 17 años, se ha confesado autor del crimen. ¿Qué lo mismo le da? ¿qué tenía y tiene que perder? Vivirá unos años con cargo al contribuyente alemán. Ya lo ha hecho durante todo este tiempo costando 2.000 euros al mes. Llegó a Alemania en 2015 como un adolescente sin acompañantes. En esta manipulación nauseabunda de la corrección política, se han presentado en los informativos a este biotipo como una especie de huérfanos. No es así. Se trata de excedentes de paternidades irresponsables que son enviados hacia Europa. Desarraigados, sin oficio ni beneficio. Las fronteras se han creado para no dejar entrar a gente así, son bombas de relojería, pero los Clemens Landenburger han trastocado todos los criterios del sentido común y han llamado xenófobos a los sensatos.

¿Qué hará ahora el burócrata de Bruselas? ¿Pedir, por ejemplo, que no se generalice? ¿Quizás vendernos que el asesino era un depresivo? El afgano ha sido formado en una religión que le enseña que matar a un no musulmán es bueno y que una no musulmana –María Ladenburger– es menos que una alimaña y que se la puede usar y matar, se la puede convertir en esclava sexual. Es lo que dice El Corán. Clemens Ladenburger obvió la realidad, se enfundó en la corrección política de la que vive, quedó atrapado en su buenismo y puso en peligro a su hija y a las hijas de los demás.
LA VICTIMA

¿Qué tenía que perder el criminal? Su vida en una cárcel alemana será mejor que la que tenía en Afganistán y los Clemens Ladenburger y las Ángela Merkel han obligado a los contribuyentes alemanes a financiar toda esta serie de desatinos buenistas.

El buenismo mata. Se está cobrando víctimas por toda Europa. En el pueblo del presidente finlandés –ofreció su casa para recibir los mal llamados refugiados- dos menores fueron violadas por musulmanes acogidos. En Suecia, la Policía ocultó una oleada de violaciones porque habían sido perpetradas por afganos.

Los buenistas, como Clemens Ladenburger no tenían ningún derecho a poner en peligro la vida de los demás por sus complejos. María Ladenburger ha sido sobre todo víctima de un criminal musulmán, pero también de la coherencia de su padre. Y la parábola es terrible.

Polémica en Alemania, ante un nuevo caso de silencio informativo, censura y ocultación, como ya sucedió con las agresiones sexuales y robos de la Nochevieja de Colonia: más de 1.400 denuncias.

Taggeschau, el informativo de la televisión pública alemana ARD no dio ninguna información sobre la violación y asesinato de María Landenburger, ni de la detención de su asesino confeso, un afgano de 17 años, que llegó como menor no acompañado (el año pasado fueron 42.300).

El redactor jefe del informativo, Kai Griffke se ha justificado: “cualquier asesinato es terrible. Pero en muy pocas ocasiones informamos sobre crímenes aislados”.

Resulta difícil considerar que no es noticia la violación y asesinato de una joven estudiante de Medicina, muerta con especial crueldad, asfixiada en el río Dreisam, que lo ha sido por un afgano acogido por Alemania, que la joven era voluntaria en un albergue de refugiados y que es hija del adjunto a la dirección general de la Comisión Europea, Clemens Landenburger. E indicamos con suavidad lo de difícil porque, en términos periodísticos, toda la plantilla del Taggeschau debería ser despedida de inmediato. Es obvio que se trata de un caso de censura, uno más, de la corrección política: el buenismo mata. La asociación de periodistas ha criticado este silencio censor.

Por lo demás, Ángela Merkel ha recurrido al recurso del hecho aislado y ha pedido que no suponga “el rechazo de todo un grupo”. Como están poniendo los alemanes en las redes sociales: “Gracias, Merkel” o “Señora Merkel, ¿puede dormir tranquila por las noches?”. El vicecanciller y líder del SPD, Sigmar Gabriel también se ha encastillado en la defensa del grupo mascota: “Estos asesinatos repugnantes ya se producían antes de que llegara el primer refugiado. No vamos a permitir que estos crímenes instiguen el odio”. Cierto que ya se producían, pero no por personas que están siendo mantenidas por el contribuyente alemán a 2.000 euros el mes.


El partido identitario Alternativa por Alemania ha recordado que “nuestros avisos sobre la llegada de cientos de miles de hombres jóvenes procedentes de culturas islámicas y patriarcales eran tratados como populistas”.

Virginia Montes