La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a 82 años y medio de cárcel al cabecilla de la banda de violadores que operaba en el Parque del Oeste de Madrid al considerarle autor responsable de cuatro violaciones continuadas y delitos de robo con violencia que habría perpetrado entre agosto y septiembre de 2007.
La Sala Quinta de la Audiencia madrileña impone a César Urquiza Quiroga cuatro delitos de agresión sexual cometidos en 2007, así como cinco delitos de robo con violencia, agravados por uso de arma o instrumento peligroso, y contra la integridad moral. Además, deberá indemnizar con 72.000 euros a sus víctimas, a las que no podrá acercarse ni comunicarse con ellas durante 18 años.
Los magistrados acuerdan que el límite máximo de cumplimiento de la pena sea de veinte años de prisión conforme al artículo 76 del Código Penal. Sin embargo, los beneficios penitenciarios se les aplicarán sobre la suma total de la condena impuesta en virtud del artículo 78.1 del Código Penal.
La pena impuesta coincide casi con la solicitada por la Fiscalía de Madrid, que reclamaba 87 años de prisión por cuatro violaciones, seis delitos de robo con intimidación y tres faltas de lesiones. Los otros dos acusados se enfrentaban a 18 años y medio de cárcel por un delito de violación y un robo con intimidación, pero han sido absueltos por la Audiencia madrileña.
En la resolución, la Sala se muestra contraria a condenar a los procesados por un delito de asociación ilícita, puesto que recalca que “no se ha podido determinar los posibles miembros que, bajo la dirección de César Urquiza, podían formar la supuesta asociación ilícita”. Por tanto, concluye que no existen suficientes pruebas de este delito.
La sentencia considera probado que las violaciones se llevaron a cano entre agosto y septiembre de 2007. También recalca que las víctimas eran parejas de entre 17 y 24 años, así como que a los chicos les utilizaban de colchón para perpetrar las agresiones sexuales.
Asimismo, la Sala concluye que el cabecilla de la banda de violadores padecía un trastorno antisocial de la personalidad, caracterizado por un “patrón generalizado de desprecio y violación de los derechos de los demás”.
No obstante, recalca que no afecta a la capacidad de comprensión de los hechos que realiza. “Él sabe perfectamente que hace el mal”, recoge uno de los informes forenses que se le practicaron en la instrucción.
EL LÍDER, UN VIOLADOR EN SERIE
La policía detuvo a los integrantes de la banda en octubre de 2007, entre los que figuraba César U.Q. y varios menores. El líder de la banda, calificado de ‘violador en serie’, elegía a víctimas de entre los 17 y los 24 años, ayudándose de sus compinches para perpetrar las violaciones, la mayoría de ellas en presencia de la pareja de las chicas. En ocasiones, ponía a los novios como colchón en las violaciones.
El ‘modus operandi’ del grupo consistía en intimidar a la pareja de la chica con navajas y luego el jefe del grupo apartaba a la chica a otro lugar más oscuro y la violaba, mientras el resto de los miembros robaba y controlaba al novio. Según las pesquisas policiales, el grupo atacó a siete parejas, de las que cuatro acabaron con violación y tres con lesiones por arma blanca de escasa gravedad.
La sentencia recoge seis casos, entre ellos el que destapó la primera denuncia a raíz de una violación ocurrida el 15 de agosto de 2007. Ese día, una pareja se encontraba alrededor de las 23 horas en el Parque del Oeste de Madrid.
Los novios estaban sentados en un banco, cuando se les acercó César U.Q., en compañía de otra persona. Ésta les exhibió una navaja que portaba, exigiéndoles que les entregara todo el dinero que llevaban y las tarjetas de crédito.
“César portando otro cuchillo obligó a los jóvenes a tumbarse en el suelo boca arriba abajo A. y A. encima de él. César, con claro ánimo libidinoso, comenzó a tocar a A. por la zona de los glúteos y por encima de la ropa para seguidamente girarla y anunciarle que si no se dejaba, iba a matar a A.”, recoge el fallo.
Isidro Sacristán, que convivió durante catorce años con la mujer degollada hoy presuntamente por su compañero en Sevilla, avisó a la Policía cuando se cruzó con el presunto agresor, quien le hizo un gesto con el dedo imitando un corte en el cuello, según ha relatado a los periodistas.
La ex pareja de la víctima se encontraba en un bar situado en la esquina de la calle Luis Cadarso de Sevilla, próximo al número 15, donde convivían la víctima y su presunto agresor, cuando se cruzó con Issam, un marroquí de 37 años, que le hizo un gesto llevándose un dedo al cuello que Isidro Sacristán interpretó como una amenaza.
Este gesto le hizo sospechar y avisó a la policía, que contactó con un ciudadano marroquí que también compartía la vivienda de la víctima, situada en el primer piso, y les franqueó la entrada. En el interior del domicilio encontraron a Carmen, de 39 años, degollada y en un charco de sangre, por lo que se montó un dispositivo para intentar localizar a su presunto agresor, que, según la fuente, maltrataba continuamente a la víctima, aunque ella nunca llegó a completar los trámites para denunciarle.
Isidro Sacristán había acudido a la zona para hablar con su ex pareja, quien le había relatado en numerosas ocasiones que estaba harta de que su compañero no trabajaba y de que le pegara, pero que no quería dejarlo porque lo había recogido de la calle. El presunto agresor, que se dio a la fuga tras los hechos, que se produjeron sobre las 20,00 horas, no había sido localizado dos horas después, según han indicado a Efe fuentes policiales.
Antecedentes de violencia
La mujer había recibido una puñalada en el vientre el pasado septiembre por parte del mismo presunto agresor, pero no lo denunció, ha declarado a los periodistas Isidro Sacristán. Sacristán, que convivió durante catorce años con la mujer, dijo que el presunto asesino, Issam, un marroquí de 37 años, le propinó una puñalada en el vientre cuando ésta fue a visitarle al bar donde trabajaba y durante una discusión, por lo que fue detenido por la policía. La falta de denuncia provocó que el agresor fuera puesto en libertad, según Sacristán.