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miércoles, 6 de abril de 2011

El «califa» Attaouil impulsa desde su bastión de Salt la expansión salafista

Día 14/03/2011
MADRID
Mohammed Attaouil y el imán Rachid Menda impulsan desde su feudo de Salt, hacia otros puntos de España, la preocupante expansión del salafismo, la corriente más radical del Islam, que predica la no integración de los musulmanes en la «corrupta» sociedad occidental. Attaouil, que ha habilitado una mezquita ilegal en este municipio gerundés, manipula al Ayuntamiento, al erigirse como interlocutor de una comunidad que él solo puede manejar y desde la que en los últimos años se han promovido numerosos incidentes. Su radicalismo extremo provoca malestar entre los propios musulmanes de esa localidad, que de momento callan, porque le temen. Attaouil y Menda componen una simbiosis perfecta para la propagación de la línea más integrista del Islam. El primero es el auténtico cerebro, mientras que el imán actúa como la voz de su amo. En su radicalismo superan al clérigo de Lérida, Abdelwahab Houzi, líder wahabista.

En 2007, Mohammed Attaouil consiguió del Ayuntamiento de Salt permiso para abrir una asociación cultural llamada Al Hilal (La Media Luna). Al final, sin embargo, resultó ser una tapadera para habilitar un lugar de oración —AN Nour (La Luz)—. Resulta que la concesión de licencia para instalar una mezquita requiere condiciones más estrictas que Attaouil no estaba dispuesto a aceptar. Pese a esta irregularidad, cuatro años después el oratorio permanece abierto.

Attaouil designó como imán a Rachid Menda, que tiene el dudoso honor de encontrarse entre los tres clérigos más fanáticos de España, pese a su juventud, ya que no ha cumplido los 30 años. Su discurso radical le lleva a menudo a pedir por los «muyahidines» que combaten en países como Afganistán e Irak a las tropas de Europa y Estados Unidos. Las prédicas del imán Menda no caen en saco roto. De los cerca de 30.000 habitantes que tiene Salt, alrededor de 5.000 son inmigrantes de procedencia musulmana, la mayoría de ellos marroquíes. Con Jordi Pujol al frente de la Generalitat, se promovió la llegada de inmigrantes del Magreb, a los que se enseñaba el catalán, pero no el castellano, en detrimento de los suramericanos. Al final, el «efecto llamada» no ha hecho sino aumentar la presencia de musulmanes en Salt, que no se integran, entre otros motivos, porque personajes como Attaouil se encargan de que se instalen en el Islam más ortodoxo y excluyente.

Libertad de movimientos

Los propagadores del integrismo islamista en España, entre ellos el propio Attaouil, tienen en los congresos salafistas un instrumento más que eficaz para el proselitismo. A ellos acuden «sabios» alineados con esta corriente. Y no solo procedentes de Arabia Saudí, Egipto o Jordania, sino también, y lo que puede resultar más inquietante, de Bélgica, Holanda y Alemania. Al tener estos últimos la ciudadanía europea, no necesitan visados para entrar en España. Así que en la mayoría de las ocasiones se sabe de su presencia cuando ya se encuentran en nuestro país, donde disponen de libertad total de movimiento. Acostumbran a convocar estos congresos salafistas, subvencionados en muchos casos por ciudadanos de Arabia Saudí, en jornadas coincidentes con fiestas cristianas, como Navidad y Semana Santa, todo un desafío a las tradiciones mayoritarias del lugar de acogida. Hablan ante un auditorio muy numeroso —a veces cercano a las 3.000 personas—, y por lo general con un perfil cultural bajo, lo que convierte a los asistentes en terreno abonado para que cale entre ellos el discurso más integrista.

Comunidad segregada

El salafismo es la interpretación más primitiva e integrista del Islam. Defiende una involución, regresando a los tiempos del Profeta, para poder profesar de manera rigorista el Islam tal y como lo hacía Mahoma. En definitiva, los promotores de su extensión por España quieren formar una comunidad que se segregue de la sociedad de acogida y a la que se le aplica una justicia basada en la «sharia» y no en las leyes del país.

Pero, además del proselitismo, estos congresos constituyen una importante fuente de financiación, ya que sus organizadores recaudan dinero entre los asistentes. Algunos de ellos, con recursos, han llegado a donar más de 4.000 ó 5.000 euros.

El «califa» Mohammed Attaouil y el clérigo Rachid Menda tienen mucho que ver con el hecho de que Salt sea considerada actualmente la «capital musulmana» de España. El temido Ataouil ha tejido una importante red de confidentes que le informan de cuanto acontece en diferentes mezquitas instaladas en Cataluña, y fuera de ella. Dispone así de una «lista negra» de imanes que no comulgan con el integrismo de esta corriente. Imanes a los que da el correspondiente correctivo. Se sabe poderoso, porque le apoya gente influyente de Arabia Saudí, la cuna del salafismo.

Desde Salt, esta corriente integrista se va extendiendo con fuerza a otros municipios catalanes, como Lérida, El Vendrell, Villanova... Y desde Cataluña avanza de forma inquietante hacia otros puntos de España, como Valladolid, Guadalajara, Levante, País Vasco o Madrid, donde preocupa el foco que se está instalando en el Corredor del Henares. En esta expansión, Attaouil presta una importante labor logística.

Este «califa» del salafismo, hombre de recursos económicos por sus varios negocios, ofrece, como si de voluntario de una ONG se tratara, su apoyo a los inmigrantes de origen musulmán que se lo pidan. A cambio, les exige lealtad inquebrantable. De esta manera ha conseguido un elevado número de seguidores, lo que ha hecho, por ejemplo, que maneje a los cerca de 5.000 musulmanes que residen en Salt. A partir de ahí se ha aupado como mediador entre el Ayuntamiento, presidido ahora por la socialista Yolanda Pineda, y esa comunidad musulmana que asegura controlar.

Este papel, hasta ahora, le ha resultado rentable, ya que lo ejerció con oportunismo durante los graves incidentes registrados en este municipio gerundés el pasado mes de enero. El detonante fue la muerte de un menor marroquí días después de precipitarse desde un quinto piso cuando huída de la Policía tras haber sido sorprendido conduciendo una moto robada. Se vivieron jornadas de tensión entre los vecinos, hartos de la creciente inseguridad ciudadana y los inmigrantes contrarios a que se les criminalizara. Attaouil «vendió» muy bien ante el Consistorio que gracias a su papel de mediador los incidentes no habían ido a más.

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