
La madre, de entre 30 y 40 años y sudamericana, y sus tres hijos llegaron el pasado miércoles a la pensión bilbaína. Pidieron una habitación y la reservaron para tres días.
El dueño de la pensiónlLlamó el sábado a la puerta y le abrió uno de los niños. Estaban solos. No sabían dónde estaba su madre, que al parecer había dejado el establecimiento de madrugada.
Uno de los chavales tenía el número del móvil de su madre y José Francisco decidió llamarle. Lo hicieron hasta en tres ocasiones pero no respondió. También le envió un mensaje de texto en el que le advertía que si no contestaba, se vería obligado a denunciar el caso ante los servicios sociales.
Tampoco recibieron respuesta a este mensaje y decidieron avisar a la Ertzaintza. Los agentes, explica José Francisco, se portaron como «auténticos padrazos» con los chavales, que «estaban bien» físicamente aunque sólo habían «tomado un ‘cola cao’ en todo el día». Elogios que extiende hacia el comportamiento de los trabajadores sociales, que estuvieron «en todo momento atentos» a las necesidades de los menores.
Los niños, finalmente, fueron trasladados a un centro de acogida, si bien al más pequeño le llevaron al hospital para hacerle una «revisión médica», explica el encargado. A partir de ese momento, la Ertzaintza abrió diligencias por un presunto delito de abandono de menores, según explicaron ayer fuentes del Departamento de Interior del Gobierno vasco.
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