Bandas organizadas drogan, violan y prostituyen a niñas británicas ante la pasividad de la Policía

Imagen de la pequeña Rachel en Canarias

Fue la última vez que a Rachel, la niña de la imagen, se la vio feliz. La foto está tomada en Tenerife, donde Rachel celebró su once cumpleaños en compañía de sus padres. Fueron días de risas y de felicidad. Cuando se tomó esta fotografía, Rachel cursaba el último año en la escuela primaria. Sus pasatiempos favoritos eran pasear a sus tres terriers alrededor de su casa de Oxford (Inglaterra) e invitar a sus amigos a tomar el té.

Georgina, la madre de la pequeña, explica que su hija “amaba la escuela” y que estaba deseosa de comenzar sus estudios de secundaria. “Era un ser adorable. Nosotros la llamábamos ‘nuestro bebé’”.

Todo cambió sin embargo cinco meses después de tomarse la citada instantánea. La infancia de Rachel terminó abruptamente, como la de miles de niñas europeas condenadas por las democracias liberales a satisfacer los instintos criminales de los integrantes de bandas organizadas de pedófilos. Georgina recuerda que, “de pronto, nuestra hija, en vez de venir a casa con sus amigas, como hacía siempre, comenzó a quedarse en el parque con el mismo grupo de chicas”. Y añade: “Comenzamos a inquietarnos seriamente cuando comenzó a llegar tarde a la cena de familia. A menudo se ausentaba toda la noche y desaparecía durante días”.

Alarmados, los padres de Rachel comenzaron a investigar este súbito cambio de comportamiento. Lo que descubrieron les llenó de horror. Su hija había sido seducida por una banda de pedófilos a cambio de “regalos” tales como cocaína, marihuana, cigarrillos y alcohol. “La convirtieron en una esclava sexual”, denuncia Georgina.

Pese a su edad infantil, Rachel tenía agregados más de 700 hombres en su página de Facebook, la mayoría de rasgos extranjeros. Diariamente, su teléfono móvil recibía mensajes de texto y fotos de muchos hombres, algunos incluso desnudos.

Sus padres descubrieron que Rachel mantenía contacto con un nombre musulmán, al que identificaron con las magulladuras y señales que la pequeña tenía en su rostro y otras partes de su cuerpo.

“Hicimos todo lo posible para mantenerla aislada, pero ella siempre buscaba la ocasión para escapar. Volvía al día siguiente e inundada de lágrimas nos decía siempre que lo sentía. Así una y otra vez”.

Tras la presentación de una denuncia por parte de los progenitores de Rachel, las autoridades policiales inglesas no están por la labor de investigar hechos tan escandalosos. Señalan que no pueden entrometerse en la vida de la pequeña ni tampoco detener a nadie si no existe constatación de un delito.

Asimismo, los servicios sociales han declinado tomar cartas en el asunto. Se estima que cientos de niñas autóctonas británicas caen cada año en las garras de estos grupos pedófilos organizados. Salvo excepciones como el dailymail, los medios británicos prefieren ignorar estos casos, pese a la avalancha de denuncias que ya existen.