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miércoles, 3 de julio de 2013

Qué pasó después de la Primavera Árabe

Cuando el vendedor ambulante Mohamed Bouazizi se prendió fuego el 17 de diciembre de 2010 en Sidi Bouzid (Túnez), pocos imaginaban lo que sucedería después. Aquel acto desesperado se convirtió en el icono del estallido de la Primavera Árabe, uno de los acontecimientos recientes que más repercusión han tenido en todo el mundo. "Los medios occidentales se interesaron por el fenómeno, pero en la mayoría de los casos no se profundizó, no se siguió la historia de cada país para averiguar en qué iba a desembocar todo ese ansia revolucionaria". Esta opinión empujó al joven director español Jaime Otero Romaní a trasladarse a Túnez para tratar de arrojar luz sobre el desarrollo del proceso democrático, dibujar a sus protagonistas y destapar sus intereses. El resultado es El enemigo común, un retrato crudo y apasionante que se estrena el domingo 12 de mayo en Matadero, coincidiendo con la clausura de Documenta Madrid.

Explorando el terreno

"Mi objetivo a la hora de acercarme a un proyecto es aprender sobre un fenómeno que me interesa, pero cuyas causas desconozco. La única forma de entenderlo es viviéndolo en primera persona", explica Otero, que debutó en 2009 con Casta Nano, The New Indian Middle Class, un documental sobre la nueva realidad en India que fue premiado en We The People London Film Festival. "Tras pasar en Túnez una semana a principios de julio de 2011, por fin me trasladé allí en octubre de ese año, para asistir al desarrollo de las elecciones". El equipo de rodaje (formado por ocho personas, incluyendo dos cámaras y dos 'fixers' o ayudantes de producción locales, que hacían las veces de traductores del árabe) se dividió entre Túnez, la capital, y Sidi Bouzid, donde estalló la rebelión. "Así podíamos mostrar el contraste entre una sociedad moderna, perfectamente comunicada y con altos índices de educación, y el ámbito rural, mucho más atrasado".

La revuelta a través de sus protagonistas

"Más allá de un documental histórico, mi intención era grabar una historia de personajes con los que fuera posible empatizar, y así explicar las razones que empuja a cada uno a actuar como lo hace". La cámara se detiene en la cúpula del Partido Islamista (a la postre, el gran vencedor de las elecciones), en el líder del principal partido laico, en un activista político muy activo en redes sociales (Facebook y Twitter fueron claves en la imparable fuerza de propagación de la Primavera Árabe), en la Asociación de Mujeres Democráticas y en los medios de comunicación. "Una de las ideas del documental es que la fuerza de la sociedad civil es el único motor que puede controlar al poder político cuando éste se sobrepasa", desvela el director, que defiende que su obra es una crítica contra "la necesidad del ser humano de encontrar un adversario contra el que luchar".

Esquivando gas lacrimógeno en manifestaciones

"Las anécdotas del rodaje no son más que una prueba de la inestabilidad que se vivía en el país poco antes de las elecciones", afirma Otero. "Nuestro cámara español llevaba tatuajes y 'piercings'. Cuando estábamos grabando una concentración salafista, un grupo le hizo fotografías confundiendo uno de sus tatuajes con un símbolo sionista. Las imágenes se subieron a Internet y, poco después, le reconocieron por la calle y empezaron a tirarnos piedras. Tuvo que cortarse el pelo, quitarse los pendientes y esconder sus tatuajes para poder seguir en Túnez", recuerda el director, que también sufrió la represión de la policía en algunas de las manifestaciones islamistas. "Tiraban gas lacrimógeno a la gente y algunos miembros del equipo tuvieron que ser asistidos en el hospital. En algunos momentos aquello parecía una polvorín".

Proyección internacional

"Para cerrar la historia volvimos a Túnez en enero de 2012, coincidiendo con el aniversario del triunfo de la revolución. Descubrimos que el clima de optimismo se había apagado: el pueblo tenía dudas sobre la validez de las elecciones", recuerda el cineasta, que desvela que en total grabaron cerca de 200 horas de metraje. Entonces comenzó la labor de posproducción y promoción. "Tenía muy claro que había que salir fuera de España para vender el documental. Pero resulta frustrante que cuando acudes a festivales y eventos internacionales, como Sunny Side of The Doc, en La Rochelle (Francia), o el Festival de Cine de Berlín (Alemania), te encuentras con que tienes que competir con producciones francesas o alemanas que han recibido muchas más ayudas de su país, por lo que cuentan con presupuestos hasta casi 10 veces mayor que el tuyo", comenta Jaime Otero Romaní que, sin embargo, se muestra optimista, pues ha conseguido que la prestigiosaTaskovski Films se encargue de la distribución de su obra.

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