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martes, 30 de julio de 2013

De Kyenge Kashetu a Mada Kabobo, o del antirracismo al genocidio


BD/ Flavien Blanchon.- Hace unos días informábamos del ataque que protagonizó un africano ilegal contra unos transeúntes en una calle de Milán. (Pinche aquí para ver la noticia)
El primer balance de este brutal suceso era de un muerto y cuatro heridos, dos de ellos muy graves. Todos ellos habían sido masacrados a golpes de pico por un ciudadano de Ghana, en situación irregular en Italia. Mada Kabobo, de 31 años, se ensañó con sus víctimas con una ferocidad increíble, golpeándolas incluso cuando ya estaban en el suelo. El muerto ingresó en el hospital con la caja craneal reventada por 4 golpes de pico. El africano también despojó a sus víctimas de sus móviles y sus carteras.
La prensa del sistema y los bienpensantes amigos de la inmigración se apresuraron a hablar de un hecho lamentable y, cómo no, aislado, y que no convenía dramatizar para no darle alas a la extrema derecha xenófoba y racista. Y rápidamente se intentó echar un manto de olvido al tema.
Posteriormente a su detención, se supo que el asesino había llegado a Italia de manera clandestina en el 2011. Fue fichado por la policía y recibió una orden de expulsión. En agosto de ese mismo año, participó en los disturbios que devastaron la ciudad de Bari, cuando cientos de inmigrantes ilegales africanos protagonizaron unas jornadas de violencia callejera para exigir al gobierno italiano la regularización de su situación.
El ghaneano había solicitado el estatus de asilado, pero su caso había sido desestimado. En todo este tiempo pasado en Italia había acumulado varios antecedentes por robo con violencia, vandalismo y resistencia a la autoridad.
Mada Kabobo, “el inmigrante ilegal del pico”, ha dejado finalmente un balance de tres muertos. Hoy se ha sabido de la muerte de dos de los heridos del salvaje ataque del africano, que es bueno recordarlo, estaba hasta ese día alimentado y alojado a cargo de los contribuyentes de un país que no lo había llamado ni lo necesitaba para nada. Los agredidos no han sobrevivido a la gravedad de las terribles heridas sufridas, fruto de la increíble saña con la que fueron golpeados.
De Kyenge Kashetu à Mada Kabobo, o del antirracismo al genocidio
El diario La Republicca, cuando el balance sólo era de un muerto, llegó a la conclusión de que había sido un desgraciado concurso de circunstancias: “Un hombre (el primer muerto) que no hubiera debido estar ahí, sino durmiendo, y otro que no hubiera debido estar en Italia, sino en su país, pero que estaba “atrapado” en Italia a causa de las contradicciones legislativas que regulan la vida de los inmigrantes”. Que un italiano vaya de madrugada a tomar un café en el bar de la esquina y que un ilegal violento multirreincidente se pasee por las calles con un pico, es lo mismo, ¡claro está! El repartidor de prensa tampoco hubiera tenido que estar haciendo su trabajo, la mujer que paseaba su perro, tampoco hubiera tenido que cruzarse con su asesino. Todos son “desgraciados concursos de circunstancias”. Una pena.
Cuando un italiano mata a dos senegaleses, como en Florencia en diciembre del 2012, todo el mundo clama al asesinato racista. Cuando unn ghaneano masacra a tres italianos a golpes de pico, es un desgraciado “concurso de circunstancias”. Cuando las vícitmas son personas autóctonas, entonces el caso no provoca la santa indignación de los medios vendidos al poder que les paga por falsear cuanto pueden y mentir acerca de lo que realmente pasa, ni la de los políticos de la casta abyecta que pisan y escupen a los autóctonos que no tienen la suerte de pertenecer a alguna categoría “protegida”. Cuando un diputado de la Liga del Norte ha mencionado la tragedia de Milán en la Cámara de los Diputados, la presidenta de la Cámara, la ultra inmigracionista Laura Boldrini, se ha reído de manera sarcástica ante las cámaras de televisión. Un diputado de Scelta Civica (la “gran coalición” de Mario Monti) no se ha cortado para declarar que más que a la fatalidad, a quien hay que culpar es a la sociedad, y afirmar que Kabobo era “un loco que ha actuado como lo ha hecho por culpa de las condiciones de vida en las que se encontraba. El malestar síquico es favorecido por el malestar social”. Y de paso, no se ha olvidado de denunciar el “discurso racista” de la Liga del Norte.
El racismo, ¡ese es el verdadero problema de nuestras sociedades! ¡Eso si que es grave, eso si que merece una lucha sin descanso! Mientras que Kabobo deambulaba con su pico en la mano, un destacamento de la policía antiterrorista entraba en el domicilio del responsable local del partido nacionalista Forza Nuova en Macerata y requisaba un bote de pintura y un pincel, como mpruebas en el gravísismo asunto de una pintada artesanal en un muro de la ciudad, que ha provocado un escándalo nacional, ya que en esa pintada decía. “Kyenge, vuelve al Congo” (Cécile Kyenge, la nueva ministra de la Integración). El responsable de Forza Nuova ha sido imputado por “difundir ideas basadas en el odio racial, étnico y religioso”.
En Italia, como en otras partes, el sistema necesita el “racismo”. El nuevo presidente del Consejo, Enrico Letta (miembro del comité europeo de la Trilateral, participante en 2012 a la reunión del Grupo Bilderberg, públicamente apadrinado por Goldman Sachs) ha nombrado deliberadamente a la minstra Cécile Kyenge Kashetu para crear “racismo”. Kyenge tiene el mismo objetivo que su predecesor Andrea Riccardi en el gobierno de Monti: la abolición del delito de inmigración ilegal, la implantación del derecho de suelo y la transformación de Italia en sociedad “multicultural” y “mestiza”. Pero Riccardi, con sus olores de sacristía y sus muecas de Tartufo para teatro de provincias, era muy italiano, demasiado italiano, muy típico de una cierta Italia. No molestaba. Kyenge por su lado ha multiplicado las provocaciones, jactándose de haber llegado ilegalmente a Italia, de ser la hija de un polígamo y de tener 38 hermanos y hermanas, declarando que pese a estar naturalizada no era italiana, sino italo-congoleña, y clamando: “Dicen que soy el primer ministro de color. No soy de color, soy negra y orgullosa de serlo”.
Las gesticulaciones de la Kyenge no deben hacernos olvidar que fue el gobierno de Silvio Berlusconi (PDL, la Liga del Norte y otros pequeños partidos) que dejó entrar en Italia a decenas o tal vez centenares de miles de inmigrantes ilegales, bajo la bella excusa de la “urgencia migratoria”, que envió los guardacostas a buscar a los ilegales en alta mar para remorcarlos hasta Lampedusa, los instaló en centros de acogida y les distribuyó permisos de residencia por razones humanitarias.
Eso tal vez explica por qué Roberto Maroni, secretario federal de la Liga del Norte y nuevo gobernador de Lombardía, se ha apresurado a apartarse de aquellos miembros de su propio partido que habían cuestionado a la ministra Kyenge con ocasión de la masacre cometida por Kabobo. “No establezco ninguna relación entre las propuestas de la ministra Kyenge y el increible episodio de Milán: este inmigrante es un loco”. Esa postura se explica muy bien: Maroni era ministro de Interior del gobierno Berlusconi en los días de los disturbios de Bari en Agosto de 2011, cuando Kabobo y sus amigos pusieron a fuego y sangre la ciudad, y en lugar de ser expulsados recibieron la recompensa de ser admitidos como demandantes de asilo.
El derecho de sangre es un símbolo, y como tal tiene su importancia, aunque tenga pocas consecuencias prácticas: los hijos de extranjeros nacidos en Italia obtienen la nacionalidad italiana con sólo solicitarla cuando llegan a los 18 años. En cuanto a lo esencial, es decir el gran vertido de población africana en Italia, la substitución progresiva de los italianos por africanos, tanto la izquierda burguesa como la derecha del gobierno están de acuerdo, por lo menos en non oponerse a ella: unos la qjuieren, los otros la aceptan. No hay de qué extrañarse de ello: sirven a los mismos amos.
Este cambio de población tiene un nombre: genocidio. La política de inmigración llevada a cabo por los gobiernos italianos dese hace años, es el genocidio literal y efectivo de los autóctonos. La matanza de Milán no es más que la manifestación brutal de un proceso que se lleva ordinariamente a cabo en la discreción o en los buenos sentimientos. Mientras la ministra Kyenge distrae a la galería, los Kabobo siguen desembarcando a centenares cada día bajo la mirada enternecida de los periodistas y la baba de los “humanitarios”.
En un hermoso texto, Gabriele Adinolfi se ha dirigido a los “progresistas”: “¡Los asesinos sois vosotros! Sois vosotros los que armáis a los Kabobo. Hoy os hacéis los distraídos, disimuláis como si nada hubiera ocurrido, esperáis que la indignación se aplaque, que la gente olvide. Y mañana volveréis, imperturbables, a diabolizar a los italianos, sobre todo si son blancos y heterosexuales, y a seguir en vuestra obra de desmantelamiento de nuestra nación, que odiáis porque es la nuestra y porque es una nación”.
Los asesinos son los antirracistas, y nosotros somos las víctimas, nosotros, los europeos de sangre europea. No tenemos todos la desgracia
-la mala suerte dice La Republicca- de toparnos con un Kabobo y su pico, pero todos nosotros estamos en una prórroga, a la espera de ser asesinados, prometidos al exterminio. Las víctimas de Milán no son más que los primeros en caer. Daniele Carella, Ermanno Masini, Alesandro Carole -el parado que padecía de insomnio y que le había dicho a su madre: “Salgo a tomar un café”- somos nosotros. Este es el destino que nos reservan, este es el futuro que nos preparan”.

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