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martes, 5 de noviembre de 2013

El islam y su ley del embudo


Kamel Daoud.- En pocas palabras: en los países donde son minoritarios, los musulmanes están obsesionados con los derechos de las minorías. En cambio, en los países donde son mayoritarios, las minorías NO tienen ningún derecho. El islam no conoce la reciprocidad ya que es una doctrina supremacista.
Insultar al islam está castigado por la ley. Si es un occidental quien comete esa falta, es encarcelado, o en el peor de los casos decapitado. Pero los insultos contra la cristiandad, el judaísmo, el budismo o el animismo, eso es corriente, es “halal”, eso ocurre cada viernes en todas las mezquitas, en los libros, en los medios de comunicación y en los cafés.
Prohibir un minarete en Europa es señal de islamofobia, pero prohibir la construcción de una iglesia, de una sinagoga o de un templo en los países musulmanes no es ningún delito ni es racismo. Se puede incluso quemar esas iglesias o esos templos o impedir su restauración.
Hablar de los orígenes, del color de la piel, del acento, de los corderos degollados del Aïd: eso es racismo, si ocurre en Europa, claro. Es señal de decadencia, de intolerancia y de rechazo del “otro”. Es fascismo. Pero tratar a los subsaharianos como enfermedades de la piel, acusarlos de pedofilia en los diarios argelinos, de ladrones y violadores, eso es “normal”, una rutina: es algo evidente, “verdadero”.
Un argelino, un árabe o un musulmán tiene el derecho de llevar el velo o el “kamis” en Europa (http://www.almoultazimoun.com/292-3752/kamis-pantalon-al-atlas.jpg.). Pero un cristiano o un budista no se atreverá a llevar una sotana o una túnica naranja en nuestro pueblos, en nuestros barrios populares, en nuestro espacio. Sería linchado o acusado de proselitismo. Sería detenido por la policía, encarcelado y después expulsado. Y si fuera argelino sería sermoneado por le juez y metido en una cárcel.
Celebrar la Navidad es “haram”, prohibido, es una marcade colonizado o de asimilado cuando se festeja entre nosotros. Pero celebrar el Aïd en Europa o en el resto del mundo, degollar ovejas, eso es un derecho tanto como el celebrar las fiestas musulmanas en el marco de la democracia.
Denunciar la verdadera islmofobia es legítimo, pero escribir lo que precede es la prueba de que se es pro-occidental, pro-judío y contra el islam, Alá, Palestina y la nación, y se es un traidor vendido a los extranjeros.
Esperar un mes por un visado es la prueba de que Occidente prohibe la libre circulación, pero esperar tres meses por un visado para ir a Argelia es una cosa admisible que no hay que denunciar.
Prohibir el porte de la burka o el velo es prueba deintolerancia y de deriva raciata en el resto de la humanidad, pero entre nosotros es natural prohibir nombres occidentales, llevar una cruz a la vista o una kipá al entrar en un ayuntamiento.
Podríamos seguir con esta lista. Estamos acostumbrados a ver la paja en el ojo ajeno mientras negamos la viga en el nuestro. Es fácil, cómodo, divertido, acusar a Occidente y al resto de la humanidad de nuestros defectos, enfermedades y neurosis y no denunciarlos en nosotros. Pedimos compartir el estatus de la humanidad pero rechazamos admitirlo como valor universal en casa.
Queremos que el resto de la humanidad acepte nuestras diferencias, pero no aceptamos las diferencias de otros pueblos y otras creencias.
Además, escribir estas cosas molesta a muchos, porque sería hacerle el juego a la extrema derecha occidental y de ser ingenuo. La excusa es una excusa para el silencia cómplice de los crímenes de los nuestros. Entonces no se habla, no se denuncia las injusticias en casa para no favorecer la injusticia en otros sitios. Este es un cálculo equivocado y una inmoralidad.
¿Por qué digo todo esto? Porque ya cansa leer algunos escritos en nuestros periódicos, oír ciertas opiniones, seguir algunos debates y porque es inmoral no denunciar lo que es denunciable y porque esta hipocresía y esta complicidad ya cansan. Y porque es más útil denunciar que charlar.

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