Los “virtuosos” intentaron azotar a una mujer que vestía impúdicamente por la calle, pero se encontraron con una desagradable sorpresa.
No hace muchos días, unos seguidores del “Profeta”, encuadrados en la denominada Policía para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, observaron consternados cómo una mujeruca caminaba por una calle de Suez vestida sin guardar el debido respeto por la recatada moda islámica, hecho que por atentar contra el pudor público les determinó a actuar con el rigor requerido para tales ocasiones. Sin contemplaciones, los “virtuosos” procedieron en el mismo lugar de autos a corregir severamente a la femenil infractora mediante unos buenos latigazos, como exige el arte de su oficio, pero en el momento de la flagelación los airados viandantes se opusieron tenazmente al castigo; escarnecieron a los inestéticos barbudos; descargaron sobre ellos cuantiosos puñetazos, manotazos y coscorrones; los patearon con saña y maltrataron con aspereza, hasta dejarlos ahítos de golpes, llenos de cardenales, abundosos de contusiones y tan maltrechos e irreconocibles de semblante como el Ecce homo de Borja.
Los “promotores” de la virtud, a los que poco faltó para ser víctimas de un pintoresco martirologio provocado, tal vez, por unas tetas mal cubiertas, terminaron yaciendo en plena vía pública, lanzando quejumbrosos lamentos y no pocas maldiciones dirigidas a la anónima mala pécora origen de su aciaga jornada laboral. Sobre la referida pécora que provocó el tumulto nada se sabe, salvo que escapó del lugar con discreción.
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