Hace pocos días, El-Ashry, personaje que residió largo
tiempo en Nueva York, cacareó en un programa del canal egipcio Nahar, emitido
en horario de máxima audiencia, lo siguiente:”Una vez me preguntaron: ¿Si llegara
al poder, dejaría que las mujeres cristianas pudieran salir a la calle sin
velo?, y yo le contesté: Si quieren ser violadas en la calle, entonces pueden“.
Y añadió con aire caprino: “Para que Egipto sea plenamente islámico, el alcohol
debe estar prohibido y todas las mujeres deben ir veladas”.
Sábana negra o violación… es lo que aconseja la cotorra
islámica a las cristianas de su país, pero también a las turistas que exhiben
en las proximidades de las pirámides sus
turgencias; sin embargo, la mortaja negra bajo la que se ocultan las
mujeres musulmanas no evita el acoso sexual, como demuestra un estudio
publicado en 2010 por el Centro Egipcio de los Derechos de las Mujeres (CEDM)
en el que se afirma que casi la mitad de las egipcias declara sufrir el acoso
sexual de forma diaria, y que hasta un 83% lo ha experimentado alguna vez en su
vida; la cifra asciende hasta el 98% en el caso de las mujeres extranjeras que
viven en la capital egipcia.
Rasha Hassan, una de las investigadoras que participó en el
estudio, asegura:“El acoso cuenta con alto grado de aceptación social y, por lo
tanto, de impunidad. Para muchos, es una especie de demostración de hombría.
Ante una situación de acoso la mayoría de mujeres opta por un silencio
incómodo. Pero aquellas que alzan la voz, y reprueban al agresor su conducta,
raramente encuentran el apoyo de sus conciudadanos. Tampoco cabe esperar mayor
comprensión por parte de la Policía, pues los informes señalan a los agentes
como uno de los colectivos más propensos al acoso, junto a estudiantes y
taxistas”.
Hisham, que sueña con una Policía religiosa dedicada a
combatir el vicio en Egipto, nació en El Cairo en 1959. En la década de los 80,
siendo todavía un adolescente, emigró a Estados Unidos y en Nueva York encontró
un empleo en la sastrería Three Star Tailors, donde confeccionó trajes para
ricos, entre ellos el judío sionista Paul Newman, por 5.000 dólares . Durante 25 años Hisham
residió en Brooklyn; todo se le pegó
menos la hermosura; tuvo libertad para aventar ideas radicales inadmisibles en
su país de origen e incordió lo que quiso… hasta que fue expulsado en el año
2.009, en compañía de su consorte japonesa y tres hijos a Egipto, por
quebrantar las normas de inmigración norteamericanas. Pero Hashim mientras
esperaba el momento de su expulsión no perdió el tiempo y, según cuenta,
convirtió al islam, con la ayuda de Alá, a otros seis detenidos y al guardia
que los custodiaba en el centro de detención de Manhattan. Al llegar a su país
natal, después de 25 años de ausencia, se integró en el movimiento salafista y
adquirió notable influencia como predicador de odio contra “liberales”,
mujeres, cristianos, judíos, idólatras, ateos, feministas, agnósticos,
homosexuales e indiferentes. Y su última ocurrencia, tan repugnante como delictuosa,
ha sido proferida ante millones de personas: “Las cristianas tienen sólo una
alternativa: el velo o la violación”.
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