BD.- Barcelona, 2 de marzo: Un empresario español sale su negocio, se mete en su coche y se apresta a ir a tomar un desayuno. Un pagador de pensiones magrebí que ha estado esperando en la esquina de la calle, se precipita sobre el vehículo, apuntando una pistola por la ventanilla abierta a la cara del conductor, con la intención de pedirle la hora posiblemente. (Pinche aquí para ver video)
El español reacciona sacando un arma y emprendiéndola a tiros con el moro, con tan buena puntería y mala fortuna que abate al moro. Un segundo pagador de pensiones (o tal vez era un “gorilla” inmigrante del parking de al lado) aparece en escena en ese momento en apoyo de su colega y a la vista de lo que hay sale a escape.
El español reacciona sacando un arma y emprendiéndola a tiros con el moro, con tan buena puntería y mala fortuna que abate al moro. Un segundo pagador de pensiones (o tal vez era un “gorilla” inmigrante del parking de al lado) aparece en escena en ese momento en apoyo de su colega y a la vista de lo que hay sale a escape.
No se sabe más detalles del caso, pues como nos podemos imaginar esta noticia nunca ha salido en la gran prensa de manera destacada. Y nos alegramos, claro. No es cuestión de alimentar el racismo y crear injustificadamente una alarma innecesaria. Se trata de un hecho puntual que la extrema derecha pudiera recuperar para su infame discurso de odio. Nada debe interponerse en el camino a la integración y la convivencia, y menos sucesos que en definitiva son el producto de la exclusión social y la discriminación contra los elementos más débiles de la sociedad y más afectados por la crisis.
Antes de que los desalmados y los cínicos de siempre se ensañen con este pobre inmigrante, que sin duda alguna se ha visto empujado a esta forma creativa e imaginativa de buscarse la vida en un país intolerante que le ha cerrado todas las puertas, no quedándole más remedio que obtener por la fuerza lo que no se le da por las buenas, pensemos por un momento en los sueños truncados y en las ilusiones defraudadas de este vocacional pagador de pensiones que lo ha dejado todo detrás de él para venir a este país ingrato que le paga a tiros el favor que nos hace de enriquecernos con su dinámica presencia.
Ignoramos si este esforzado pagador de pensiones ya está gozando de sus merecidas huríes en el paraiso de Alá, saciándose con la leche, la miel y el kebab que este país desagradecido le ha negado. Cuenta con nuestros deseos de que así sea, y tenga en el más allá lo que el más acá le ha negado.
¿No es hora de condenar tanta intolerancia y egoísmo? Miren esas imágenes. Un pobre moro pagador de pensiones discriminado y marginado por la indiferencia y el rechazo de una sociedad racista y prejuiciosa intenta sacarse unos euros para cotizar para que algún día un español pueda gozar de su jubilación y un egoísta le pega dos tiros. ¿Qué está pasando? ¿A dónde estamos llegando? ¿Por qué tanta agresividad? ¿Qué le hubiera costado al egoísta este el haberle dado unos miles de euros y su chaqueta de propina? Cuesta tan poco hacer las cosas bien. El mal carácter de este español irrascible ha echado a perder lo que podría haber sido un buen día para Mohamed. Una lástima. Esta sociedad está cada día peor.
Todos debemos reflexionar seriamente sobre este lamentable suceso que pone en tela de juicio los fundamentos de nuestra cultura y cuestiona los pilares de esta sociedad que ha creado monstruos. Monstruos que repelen a tiros a los pagadores de pensiones que han cruzado el mar para venir a sufrir en este valle de lágrimas. Es indignante.
Debemos hacer algo. Tal vez una cadena humana de Madrid a Barcelona para llamar la atención sobre este drama de la inmigración. U organizar una suelta de palomas “contra la intolerancia”, con el “Cants del Ocells” como fondo musical. Los ayuntamientos podrían hacer un minuto de silencio en memoria de la víctima. Se podría abrir una cuenta corriente para los familiares del occiso. Tampoco sería mala idea crear una comisión parlamentaria para estudiar las condiciones de vida de los pagadores de pensiones en dificultad, y votar una ley para que los españoles dejen de repelir intentos e robos por parte de inmigrantes excluidos y marginados.
Hay tanto que hacer. Juntando esfuerzos y voluntades podemos cambiar las cosas. ¿A qué esperamos? Un mundo mejor es posible.
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