Un tribunal tribal del Punjab condenó a muerte a una mujer el 11 de julio por el delito de posesión de un móvil. En la ejecución participaron todos los parientes de la víctima.
El tribunal, valorando en conciencia las pruebas presentadas, encontró culpable a Arifa (madre de dos hijos) del delito de posesión de un móvil, por lo que dictó una sentencia adecuada a la gravedad de la infracción: pena de muerte por lapidación. El día fijado para la ejecución, los parientes más cercanos, siguiendo la tradición islámica, se congregaron alrededor de Arifa y le arrojaron cuantas piedras y ladrillos fueron necesarios para acabar con su vida; luego, enterraron con sigilo el cadáver en un oculto lugar lejos de su aldea.
Aunque se sabe que tíos , primos y otros miembros de la parentela, participaron en el “castigo ejemplar” impuesto por un tribunal ilegal, por el momento, nadie ha sido detenido por la Policía, ni las autoridades han iniciado una investigación, porque la política paquistaní para estos enojosos casos es la de asegurar a este tipo de criminales la más absoluta impunidad, como ha sucedido reciente en la provincia de Sindh con el caso de Shamin Akhter, según afirma la organización Asian Human Rights Commission.
A la señora Shamin Akhter, de 50 años de edad, su marido y un policía llamado Usman la cortaron en pedazos el 4 de junio. Tasleem Akhter, hermana de Shamin, desesperada por la inacción policial emprendió un infructuoso periplo en busca de justicia, pese a las amenazas que los elementos policiales locales le habían hecho llegar, que finalizó cuando el referido Usman le descerrajó ocho tiros en plena vía pública.
Usman, que dio muerte a ambas hermanas con 25 días de diferencia, ahora busca en compañía de sus cómplices a Ehtesham, sobrino de Tasleem y único testigo de su brutal asesinato, con el declarado objetivo de “neutralizarlo” y así dar por concluido el lucrativo encargo mafioso que le fue confiado en junio. Y mientras Usman remata lo que sea menester, no hay instancia gubernamental en Pakistán que muestre el más mínimo interés por la muerte anunciada del joven Ehtesham, ni por las actividades criminales de Usman, afamado agente de la autoridad, o la trágica muerte de Arifa, asesinada a pedradas por la tenencia de un teléfono móvil.
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