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domingo, 27 de octubre de 2013

Un carnicero tiene que cerrar su negocio a causa de las amenazas de los musulmanes por vender carne de cerdo


El centro comercial 'Italia' en Rennes
El centro comercial ‘Italia’ en Rennes
RM.- Desde hace meses la vida se ha vuelto invivible en el entorno del centro comercial Italia en la ciudad francesa de Rennes. Grupos de perturbadores musulmanes multiplican las presiones, las amenazas, las agresiones…
En el centro comercial Italia, Jérôme, el carnicero ha cerrado definitivamente las puertas de su comercio a finales de abril. Cansado de las presiones, el comerciante ha vendido su negocio. A principios de junio, el local albergará una carnicería halal, la segunda del centro comercial de una cadena que cuenta con una quincena de establecimientos de este tipo en diversas localidades de la región.
En los 11 años que ha llevado su comercio, el carnicero se ha hecho destruir su escaparate una decena de veces. Por qué? “¡Porque vendía carne de cerdo!”, responde Jérôme. “Hace algunos años, encontré una inscripción grabada a cuchillo en la puerta de madera de mi establecimiento que decía: “Muerte a los cerdos. Os vamos a sangrar”. Como en las ocasiones anteriores fui a poner una denuncia a la comisaría. Al igual que las veces precedentes, los policías se negaron a presentase en el lugar de los hechos para constatar los desperfectos. Estoy amargado”.
Según Jérôme, las intimidaciones llegaron hasta a las amenazas físicas. “Hace tres años, una noche, una decena de gamberros entró en mi tienda. Me dijeron que si el día siguiente, viernes, freía “gallettes-saucisses” (una especie de enchilada de la cocina regional de Bretaña: salchichas envueltas en una torta) delante de la carnicería, como es tradición desde siempre, la cosa andaría mal para mí. Dejé de preparar las salchichas el viernes, día de oración para los musulmanes, y empecé a hacerlo el sábado por la mañana, cuando los perturbadores del barrio todavía duermen”.
Indignados por estos hechos, algunos habitantes del barrio hicieron circular una petición para denunciar estas agresiones y mostrar su solidaridad con el carnicero. Se recogieron varias centenas de firmas. “Pero nada cambió”, confiesa tristemente Jérôme. Traté de resistir, pero me he cansado. Hoy, abandono el barco. Sin embargo, mi negocio iba bien”.
En el barrio, las desventuras del carnicero están en boca de todos. Esas presiones no son las únicas que sufren los comerciantes de la zona. El dueño de la vecina tienda de comestibles halal, instalada desde hace pocos meses en el centro comercial, también ha padecido algún incidente. Según cuenta Abdalah, en varias ocasiones algunos vecinos musulmanes le han pedido que dejara de vender alcohol. “He tenido que cambiar las botellas de sitio, para quitarlas de la vista, y de momento me dejan tranquilo”. La farmaceútica del centro confiesa: “Aquí no hay mucha delincuencia todavía, pero el clima de intolerancia se hace sentir cada vez más”.

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